Violette Leduc: la escritura como liberación

No era fácil para una mujer a mediados del siglo pasado escribir sobre pasiones, amores, sexualidades. No era fácil para una mujer dedicarse a la literatura. Ni siquiera era fácil ser mujer (aún hoy se las trae en no pocos ámbitos). De todo esto trata Violette, la última película de Martin Provost. Una historia que relata un par de décadas en la vida de la escritora francesa Violette Leduc, desde su separación hasta el éxito de su novela La Bastarda tras no pocos fracasos en un mundo editorial regido, como todo por aquel entonces (y aún hoy…) por hombres. El apoyo de Simone de Beauvoir, que cree en la calidad y la verdad de su obra literaria, resulta providencial. Sin ella quizás Violette Leduc hubiera sido una escritora malograda; otra más en un mundo rabiosamente machista.

Por la película circulan el amor, la entrega, el miedo, la locura, el vacío, las relaciones con una madre por momentos desesperante, la soledad, la difícil recuperación del pasado y una sexualidad abierta, condenada por los rigores morales de la época (bueno, aún hoy…) que exigía conformarse a los patrones de una supuesta «normalidad». Y, sobre todo, la necesidad de plasmarlo todo por escrito. La literatura quizás como terapia en un mundo que apenas dejaba salidas a las mujeres que no se conformaban con ejercer su papel de amas de casa reducidas a la falsa paz de la vida doméstica.

Una película que merece la pena ver. Una pena que el director se haya liado con el metraje y le haya impuesto al menos media hora de más. La película no gana nada y pone a prueba la atención del público que tiende, inevitablemente, a revolotear.

Violette, escritora contracorriente
Cartel de la película «Violette», de Martin Provost.

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