
A la hora de diseñar un plan sobre drogas (municipal, autonómico…), abrir vías de participación resulta más que conveniente. Y lo es, además, tanto desde el punto de vista de la calidad del proceso como de la idoneidad de los resultados. Veamos algunos criterios a considerar en ambos sentidos: la participación como metodología y como criterio organizador del propio plan.
Participación en el proceso de elaboración del plan
Algunos criterios que hacen deseable impulsar procesos participativos en la propia elaboración del plan:
- Facilita el diálogo entre perspectivas diferentes;
- permite el acercamiento de visiones y su posible integración;
- identifica acuerdos clave para el trabajo posterior;
- permite definir una mirada “trans” que capte la diversidad (transdisciplinar, transectorial, transdepartamental…);
- ayuda a crear una visión compartida que haga viable una colaboración efectiva en los distintos momentos del proceso;
- sienta las bases de un futuro trabajo en red entre instituciones públicas y organizaciones sociales;
- abre vías para que las personas y los colectivos interesados puedan implicarse en el diseño mismo del plan;
- refuerza un sentimiento de pertenencia en torno al plan;
- evita considerar el plan como un mapa cerrado, para verlo como una cartografía abierta a sus coprotagonistas;
- favorece la emergencia de la inteligencia colectiva, complemento necesario del saber experto.
Perspectiva comunitaria en el plan
Algunas consideraciones que hacen conveniente incorporar una visión comunitaria en el propio plan:
- Ayuda a considerar los determinantes sociales del abuso de drogas;
- permite identificar y movilizar los “activos” disponibles en la comunidad;
- facilita la dinamización de iniciativas en todos los espacios socializadores de un determinado territorio;
- favorece el desarrollo coordinado y coherente de actuaciones en los diversos ámbitos de la vida social (escuela, familia, ocio, empresa, deporte…), evitando carencias, redundancias, incoherencias y discontinuidades;
- promueve acciones de proximidad, allí donde los riesgos se presentan y adquieren sentido;
- fortalece el empoderamiento de personas y colectivos para la búsqueda colaborativa de respuestas;
- hace posible el trabajo en red entre equipos de diversa procedencia disciplinar y administrativa (educación formal, promoción de la salud, acción social, educación en medio abierto, dinamización juvenil, ocio y tiempo libre, etc.);
- hace viable una organización participativa de la gestión del propio plan;
- facilita la comunicación multidireccional de programas, aprovechando el potencial de las diversas instituciones y organizaciones implicadas;
- facilita una evaluación participativa de los programas en que se materialice el plan y de este en su globalidad.
Nadie dijo que fuera fácil. Es más cómodo definir el plan desde la tranquilidad del despacho. Y puede que en determinados contextos no quede más remedio. Pero merece la pena intentar el enriquecimiento colectivo que la participación favorece.
Estupendo!
Gracias!!! Así da gusto!!!