Padecer en el trabajo

La imagen está tomada de la galería de mhiguera en Flickr.
La imagen está tomada de la galería de mhiguera en Flickr.

Hoy se celebra el Día mundial de la seguridad y la salud en el trabajo. Buena ocasión para hablar de unos de los problemas de salud más silenciado en el mundo de la empresa: los riesgos psicosociales. No voy a referirme al mobbing, una patología organizacional de la que escribí en El acosador laboral, un trol en la oficina.  Me voy a centrar en el estrés, uno de los riesgos psicosociales más frecuentes en el mundo laboral.

Estrés bueno, estrés malo

El estrés es una respuesta adaptativa del organismo animal (incluido el humano) ante situaciones que ponen en riesgo la propia supervivencia. Existe un estrés bueno (eustress), que es un proceso de activación cognitiva, emocional, etc., que favorece el afrontamiento proactivo de los desafíos vitales. Pero el conocido como estrés (distrés, técnicamente, o estrés malo) es otra cosa. Hablamos de estrés laboral cuando, en el desempeño de su trabajo, una persona ve desbordadas sus capacidades por un nivel desmedido de exigencia que, además, se mantiene en el tiempo. La persona que padece estrés experimenta una considerable ansiedad, que puede ir acompañada de síntomas depresivos. No se trata, además, de una reacción puntual a una situación de tensión objetiva y circunstancial (tener que entregar ya el informe X, asistir a la reunión Y en la que se van a tomar decisiones relevantes, hablar por primera vez en público …), sino que se hace crónica, desgastando a quien la padece.

En palabras de la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo, este estrés laboral puede ser debido a:

  • Cargas excesivas de trabajo.
  • Exigencias contradictorias.
  • Falta de claridad en el puesto.
  • Falta de participación en la toma de decisiones.
  • Gestión deficiente de los cambios.
  • Inseguridad laboral.
  • Comunicación ineficaz.
  • Falta de apoyo.
  • Acoso.

Esta misma agencia señaló en 2005 que el estrés laboral afectaba a un 22% de las personas que trabajaban en la Unión Europea de los 27. No parece descabellado suponer que, desde la aparición de la crisis, este dato ha empeorado. Mayores exigencias profesionales, aumento de la incertidumbre, amenazas de despidos, recortes salariales… han venido a consolidar el estrés como una de las grandes patologías laborales de estos años.

E pur si muove

Una patología que, sin embargo, es sistemáticamente ninguneada por buena parte de las empresas y de las mutuas que se encargan de controlar las bajas laborales. Como si se tratara de un asunto personal, debido a causas individuales y que solo afectara a quien lo padece y, en todo caso, a su entorno inmediato. Cuando, en realidad, nos encontramos en presencia de una patología organizacional que, como todas, puede tener más impacto sobre personas con mayor vulnerabilidad psicosocial.

El estrés laboral genera sufrimiento emocional, insomnio, agotamiento, consumo de sustancias tranquilizantes diversas, trastornos cardiovasculares, problemas músculo-esqueléticos… En definitiva, estamos ante una causa de malestar que deberíamos tomar más en serio por su alto potencial para causar problemas severos. Humanizar el funcionamiento de las empresas y las relaciones laborales contribuirá a contener las elevadas tasas de estrés que padecemos. El insostenible desempleo actual no puede ser una excusa («encima que tienes trabajo, ¿de qué te quejas?») para desatender la salud en los entornos laborales.

Entre tanto, siempre vendrá bien aprender a descentrarse del estrés y relajarse: «Ommmmmmmm».