Sobre el nombre de «la cosa» o cómo (no) bautizar un «plan de adicciones»

La foto está tomada en Ituren el 30 de marzo de 2024

La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad.

Antonio Gramsci | Cuadernos de la cárcel

Escribe Oswaldo Zavala en su recomendable La guerra en las palabras. Una historia intelectual del «narco» en México (1975-2020) que «la función de la narconarrativa no consiste en ocultar la verdad, sino en inventar una percepción alternativa de la realidad». Añadiendo a renglón seguido que «el Estado es el generador de los linderos simbólicos de lo social». Una visión aplicable, añado yo, a la propia nomenclatura de las políticas públicas en la materia.

Pluralidad terminológica

Además de un Plan Nacional sobre Drogas, en España existen 17 planes autonómicos (más los correspondientes a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla), amén de un sinfín de planes locales sobre la materia, tanto en provincias y capitales, como en multitud de municipios de diverso tamaño. En el censo, probablemente incompleto, que la FEMP aloja en su web, se citan y enlazan 212 planes entre autonómicos, provinciales y locales.

Su denominación es diversa, asumiendo una terminología pretendidamente técnica (drogas, adicciones, conductas adictivas…) que, en realidad, no escapa al imaginario de quienes los definen y promueven. Así, cada denominación es resultado de una atribución simbólica relacionada con el sentido que la institución da al fenómeno sobre el que el plan pretende intervenir.

A modo de ejemplo, los diversos planes incluyen en su denominación expresiones como las siguientes:

  • plan de «adicciones»;
  • plan de «drogas y adicciones»;
  • plan «sobre drogas y otras conductas adictivas»;
  • plan de «drogas y adicciones comportamentales»;
  • plan de «prevención de conductas adictivas»;
  • plan de «salud mental y adicciones»;
  • plan de «trastornos adictivos»;
  • plan de «prevención comunitaria de las adicciones»;
  • plan «contra las drogodependencias»;
  • plan de «prevención de consumos problemáticos y adicciones»;
  • plan de «prevención de drogas y pantallas».

Además de cierto galimatías conceptual, esta diversidad refleja, conscientemente o no, diferentes percepciones sobre el fenómeno. Algo más que matices.

Lo que las palabras ocultan

Todo plan que incluye en su denominación la palabra «adicción», o incurre en una sinécdoque en la cual se toma la parte (dependencia de una sustancia psicoactiva) por el todo (consumo de drogas), en un malabarismo de difícil justificación (la mayor parte de los consumos no denotan adicción alguna), o se propone intervenir solo sobre pautas de relación con las sustancias estrictamente adictivas (algo que dejaría fuera las diversas posibilidades de que una persona, en un determinado contexto, mantenga relaciones potencialmente dañinas con una o varias drogas, sin necesidad de hablar de dependencia).

Cuando bautizamos una iniciativa institucional como «plan local de adicciones”, estamos sosteniendo un discurso social por el cual todo consumo de toda droga en todo momento y por parte de toda persona es una práctica que encaja en el concepto de «adicción», lo cual es claramente abusivo; o estamos explicitando que solo nos interpelan aquellas relaciones con las drogas en las que existe dependencia, lo cual tampoco es de recibo.

Simplificar es, a menudo, hurtar la realidad

El ser humano, dado a la simplificación, opta por expresiones breves y aparentes (plan local sobre drogas) en las que pasan inadvertidos multitud de significados que están construyendo y reconstruyendo permanentemente una determinada narrativa del universo simbólico de las drogas. Como escriben Berger y Luckmann en La construcción social de la realidad: «El lenguaje es capaz no solo de construir símbolos sumamente abstraídos de la experiencia cotidiana, sino también de ‘recuperar’ estos símbolos y presentarlos como elementos objetivamente reales en la vida cotidiana».

Resultaría más adecuado optar por denominaciones que reflejen la complejidad de la realidad, aunque no quepan en la portada de la preceptiva publicación. ¿Qué tal esta?: Plan (municipal, provincial, autonómico, nacional) de actuación ante los riesgos relacionados con los consumos de drogas del territorio X. O como el plan municipal de Portugalete, en cuya elaboración tuve ocasión de tomar parte: Personas, drogas y conductas con potencial de abuso: Cartografía abierta para una estrategia local 2017-2026 .

En todo caso, dada su relevancia, el nombre conviene no decidirlo a priori, sino como resultado de la reflexión que la elaboración del plan inspira.

Las categorías son productivas hacen cosas, son simultáneamente producto del acuerdo social y productoras del mundo.

Rosana Reguillo | En la calle otra vez

2 comentarios en “Sobre el nombre de «la cosa» o cómo (no) bautizar un «plan de adicciones»”

  1. Melero, eres un p… crack
    Solo tú eres capaz de utilizar “sinécdoque” y que no suene cursi…
    Y que hables del Plan de Portugalete, me encanta

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