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Pastillas y malestares: una realidad que reclama mayor atención

La foto está tomada en Burgos el 24 de noviembre de 2023

Así nos recuerdo, dichosos como niños, despreocupados e ignorantes de los peligros que nos rodeaban, que en aquellos años todavía no éramos capaces de ver, nombrar o imaginar.

El desierto Blanco | Luis López Carrasco

En el territorio movedizo de la psicoactividad, hay una familia de sustancias que brilla con luz propia: son los denominados hipnóticos en las encuestas del Plan Nacional sobre Drogas. Básicamente, ansiolíticos y somníferos, tanto los prescritos con la correspondiente receta como aquellos otros de origen diverso, no directamente médico. Para ubicarnos, veamos algunos datos procedentes de las encuestas realizadas por el citado Plan Nacional sobre Drogas. 

Estudiantes de 14 a 18 años

Si nos centramos en esta franja de edad (ESTUDES 2023), la mayor parte de los indicadores vienen evolucionando al alza desde que hay datos, tanto si hablamos de quienes los han consumido alguna vez en su vida, como de quienes lo han hecho durante el último año, el último mes o a diario. Como muestra el gráfico, el consumo alguna vez en la vida casi se ha triplicado desde 1994 (casi tres décadas). El consumo alguna vez en los últimos 12 meses y en el último mes se ha duplicado desde 2006. En todas las frecuencias de consumo la prevalencia femenina duplica a la masculina.

Población entre 15 y 64 años

Si echamos un vistazo a los datos de consumo de esta banda de edad (EDADES 2022), encontramos también una marcada tendencia alcista desde que en 2006 comenzó a medirse este consumo. Como muestra el gráfico, casi se ha triplicado el consumo alguna vez en la vida, en los últimos 12 meses y a diario, con un incremento también notable en el consumo alguna vez durante el último mes.

Población mayor de 65 años

Para terminar este somero repaso, tal y como muestra la encuesta sobre consumos de drogas realizada a población de más de 65 años (ESDAM 2020), las prevalencias de consumo son claramente superiores en esta franja de edad con respecto a las correspondientes a la población general.

Houston, tenemos un problema (¿o son dos?)

Vistos así los datos, o bien la salud emocional de la población española se deteriora de manera insidiosa desde hace bastantes años (lo cual parece mucho decir), o la oferta de estos productos farmacológicos es más que generosa (aunque solo sea por el escaso tiempo asistencial disponible para explorar la realidad de cada persona y sus circunstancias, que diría el filósofo), o bien una posible mezcla de ambos procesos.

Los consumos de este tipo de fármacos como indicador de una salud emocional quebradiza, resultante en gran medida de condiciones sociales adversas; a la vez que como síntoma de carencias notables en la provisión de cuidados, más allá de la retórica institucional.

Como escriben Javier Padilla y Marta Carmona en Malestamos: cuando estar mal es un problema colectivo, «el malestar es una expresión del impacto sobre los cuerpos y las vidas de dinámicas colectivas de organización social y económica.»

Prevención, prevención, prevención

Sea como sea, parece conveniente invertir una mayor cantidad de esfuerzos del ámbito genérico de las políticas de drogas a prevenir el consumo de estos productos, hasta ahora insuficientemente atendido. Productos sobreprescritos, acaso a falta de otro tipo de recursos con los que hacer frente a dificultades psicosociales de diverso tipo. 

Una prevención que intervenga, en primer lugar, sobre los determinantes sociales que dan cuenta del origen de los malestares. Una prevención que, en segundo lugar, trabaje para fortalecer desde la infancia, competencias socioemocionales efectivas para afronta, tanto individual como colectivamente, los desafíos vitales. Por ahí deberían ir algunas prioridades en la materia.

Tanta profusión de psicofármacos no debe atribuirse a un avance científico relevante en este campo, sino mas bien a un desarrollo del marketing de la industria farmacéutica sin precedentes.

Alberto Ortiz Lobo | Hacia una psiquiatría crítica