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Facilitar procesos participativos: una experiencia

Mapa mental
Un posible mapa mental de la formación de formador@s

Los pasados 27 y 28 de octubre tuve la suerte, y la responsabilidad, de facilitar un encuentro de profesionales de la promoción de la salud y la prevención del abuso de drogas con adolescentes. Nos juntamos durante 2 sesiones de 5 horas 12 personas procedentes de Andalucía, Aragón, Castilla y León, Cataluña, Madrid, México y País Vasco. La pregunta que nos convocaba era: ¿cómo formar a profesionales de la educación para la aplicación efectiva de programas de prevención basados en la evidencia? En esta ocasión no voy a hablar de las drogas ni de la prevención, sino del proceso desarrollado teniendo en mente la capacitación de formadoras y formadores. Ya escribí en la anterior entrada sobre la dinamización de procesos para la formación en habilidades psicosociales, pero esto es algo diferente. Aquí se trataba, en primer lugar, de crear un equipo que pudiera compartir una misma metodología de trabajo; y en segundo lugar de acordar la metodología misma y el espíritu de su utilización. Vayamos por partes.

Crear equipo

Nos reunimos en Bilbao las 12 personas comentadas. Algunas nos conocíamos, incluso bien. Otras no. La motivación para el encuentro era la misma: cómo formar al profesorado que después va a dinamizar programas preventivos en las aulas. No es fácil crear un equipo cuando entre unas personas y otras median cientos de kilómetros. Por supuesto, las TIC lo hacen más fácil, pero tiene que haber un espacio de intercambios afectivos que lo haga posible. De otro modo, nos encontraremos en presencia de un grupo, de personas que trabajan juntas, pero no necesariamente de un equipo. Un equipo se crea a partir de esas dos dimensiones que nos caracterizan: la más racional, centrada en la tarea, en el objetivo, en el tema de la convocatoria, y la emocional, centrada en la relación, en los intercambios, en el conocimiento y reconocimiento de las otras personas. Y para eso tiene que haber espacios y tiempos específicos que permitan profundizar en la interacción, que hagan grato compartir tiempos, compromisos, ocupaciones. Permitir que, más allá de lo profesional, emerja lo personal. Compartimos tiempo de trabajo, compartimos tiempo de ocio, y pudimos disfrutar de lo uno y de lo otro. Yo lo simbolizaba con la metáfora de los dos hemisferios cerebrales, tan diferentes en sus cometidos y tan inseparables para una experiencia vital integral. Sin la presencia de ambos, no hay equipo que sobreviva a la distancia, los compromisos particulares, etc. Veremos qué ocurre en este caso. El inicio, al menos, ha sido bien valorado por quienes tomamos parte en el proceso.

Definir una metodología

Teniendo en mente que cada una de las personas participantes asumiría después la formación en su territorio, y partiendo de la base de una considerable experiencia formativa previa, se trataba de construir colaborativamene una propuesta común. Toda la metodología del encuentro fue orientada a facilitar que emergiera la experiencia (amplia, en muchos casos) de quienes nos reunimos, en el campo que nos ocupa: formación de formador@s. No se trataba de plantear por mi parte un recetario cerrado de técnicas a utilizar para la formación en estos o aquellos contenidos. Se trataba, más bien, de hacer brotar la experiencia en formación de profesionales de diversa procedencia (educación, sanidad, servicios sociales…) para identificar a partir de ella las técnicas y estilos más prometedores. A partir de la consideración de que sólo métodos interactivos que partan de las inquietudes y capacidades de las personas, podrían ser de utilidad. Y de la necesaria humildad que debe presidir toda relación formativa. A partir de ahí ya veríamos el modo de afrontar la amplia casuística con la que nos podemos encontrar en este ámbito de la formación.

Trabajar colaborativamente

A veces es una tentación tener el proceso avanzado, pero es como hacerse trampas al solitario. Supone una pérdida considerable de aportaciones que limita el resultado final. Puede que sea más rápido (a fin de cuentas, sólo depende de ti poner negro sobre banco lo que tengas en la cabeza), pero es inmensamente más pobre. Y más aburrido. Reunir a 12 personas para decirles cómo tienen que trabajar es, además de pretencioso e inútil, una pérdida irrecuperable de riqueza. Pero para que emerja la inteligencia colectiva tienes que favorecer procesos que lo hagan posible, que permitan que la gente se sienta a gusto compartiendo inquietudes, deseos, experiencias, habilidades, etc. Sabiendo, además, que no puedes tenerlo todo previsto, que en cualquier encuentro de esta naturaleza hay un margen considerable para el azar, el desorden. Por eso es necesario disponer de una metodología que ayude a que las personas sintonicen, vibren en una longitud de onda parecida, permitiendo la creación de procesos colectivos que, de otro modo, serian impensables. Por eso, por neurótico que seas, no lo puedes tener todo controlado. Pero tampoco puedes improvisar, decirle a la gente: «¡hala, ya estamos aquí, a ver qué pasa ahora!» Como facilitador tienes una responsabilidad con las personas, con el equipo en construcción, con la tarea, por lo que tendrás que haber hecho tus deberes. Básicamente, organizar un espacio de intercambio en el que las personas participantes se sientan cómodas al compartir su saber y su saber hacer.

¿Las claves de este proceso?

  • Una propuesta basada en el modelo del design thinking, a partir de la pregunta inicial: qué saberes y competencias necesitan educadoras y educadores para trabajar en este campo, y a través de qué estrategias podemos acompañar su formación.
  • Un objetivo claro, y las ganas de compartir en torno a él reflexiones y propuestas.
  • Un número suficiente de personas, ni tan amplio que impida brotar la personalidad individual, ni tan limitado que condene a la pobreza de resultados.
  • Un grupo de personas experimentadas en la materia, que tengan mucho que compartir (incluidas algunas dudas).
  • Personas diferentes que hagan posible que surja la ingente diversidad que nos define: de géneros, de edades, de formación, de trayectorias, de culturas, de competencias, de territorios…
  • Una duración razonable, que impida el cansancio y permita ahondar razonablemente en los diversos contenidos.
  • Un espacio adecuado, que permita trabajar individualmente y en grupos, escribir, pensar, dibujar… en función de las habilidades de las personas convocadas.
  • Un tiempo compartido que incluya el trabajo, lo racional, y el ocio, los afectos.
  • Un uso de diversas técnicas favorecedoras de la conversación: trabajo por parejas, en grupos pequeños, en plenaria, elaboración de mapas mentales… sin obviar la reflexión personal.

Un primer paso

¿Lo conseguimos? Bueno, se ha tratado de un primer encuentro, tras reuniones bilaterales (presenciales u online) con las diferentes personas. La evaluación final mostró que nos habíamos sentido a gusto trabajando para el logro de los objetivos propuestos. Ahora queda avanzar, concretar, resumir, facilitar, poniendo negro sobre blanco las muchas propuestas que surgieron. Y compartiéndolas para que cada cual las complete, consolidando una guía común de cómo este equipo considera que debe formarse al profesorado en contenidos que, a menudo, quedan arrinconados en el itinerario educativo del alumnado. Veremos cómo damos los siguientes pasos. De momento, agradecer a Pilar, Manuel, Pilar, Isabel, Lola, Inma, Hilario, Marimar, Ascen, Diana y Oihana su participación en los diversos momentos de un encuentro intenso y gratificante.