La prensa, siempre a golpe de sensacionalismo, dice estos días, como consecuencia de la muerte de Philip Seymour Hoffman, que, tras décadas de rechazo, la heroína vuelve a hacerse un hueco en el hipermercado de las drogas. Al menos en el norteamericano. La muerte del actor vendría a ser, de creerles, la manida punta del iceberg de una realidad creciente. Basta ver algunos titulares:
- La heroína engancha de nuevo a Estados Unidos (El País, 04/02/2014)
- La muerte de Hoffman coincide con ‘proporciones epidémicas’ de la heroína (20 minutos, 04/02/2014)
- Alarmante resurgir de la heroína en Estados Unidos (Telecinco, 04/02/2014)
También entre nosotros se habla de vez en cuando de un posible rebrote de esta sustancia. Y, claro, algún día los agoreros acertarán. Lo mismo que se consumió durante décadas por parte de sectores sociales diversos hasta caer en la marginalidad actual, no es descartable que en algún momento de nuestra historia reaparezca. Y volverá a desaparecer, en «beneficio» de otras drogas. Porque si algo caracteriza el mercado de las drogas es su intenso dinamismo. Los psicotrópicos ofrecen respuestas a todos los estados anímicos imaginables.
En todo caso, ¿hay alguna prueba de esta supuesta reaparición de la heroína? Veamos.
- El Informe mundial sobre drogas 2013, de UNODC, dice: «El uso de opiáceos (heroína y opio), por su parte, se mantiene estable (alrededor de 16 millones de personas, o sea el 0,4% de la población de 15-64 años de edad), a pesar de la alta prevalencia del consumo de opiáceos informada en el Suroeste y Centro de Asia, Europa Oriental y Sudoriental y América del Norte».
- Según datos de 2012 del National Survey on Drug Use and Health, el consumo de heroína en Estados Unidos entre la población de más de 12 años fue, el mes anterior a la encuesta, del 0,3%. Si bien es cierto el incremento que destaca la prensa entre 2002 y 2012, hay que tener en cuenta que estamos hablando de porcentajes muy reducidos.
- Los datos de la Encuesta Nacional sobre el Uso de drogas y la salud, (NSDUH) correspondientes a 2013, realizada por el SAMSHA hablan de la estabilización de la heroína y otros opiáceos entre la población general norteamericana, así como entre adolescentes escolarizados. Otro tanto cabe decir del Estudio de observación del futuro, tendencias en el uso de varias drogas por estudiantes para el periodo 2007-2010.
- El Observatorio europeo de las Drogas y las Toxicomanías habla en su informe de 2013 Trends in heroine use in Europe: What do treatment data tell us?, de un claro decrecimiento entre 2001 y 2011.
- El último informe del Observatorio Español sobre Drogas, correspondiente a 2011, la Encuesta domiciliaria EDADES 2011, confirma en su estudio la estabilización de este consumo entre la población general de (15-64 años).
- El estudio Euskadi y Drogas 2012 muestra también la estabilización del consumo de heroína en tasas bajas.
Sabemos que los datos van por detrás de la realidad, pero no parecen respaldar ningún supuesto resurgir en el consumo de esta droga.
Por otra parte, conviene señalar que en estas décadas de estancamiento del consumo de heroína también hemos aprendido mucho sobre cómo actuar si una tal realidad acabara ocurriendo:
- Sabemos, por ejemplo, que las llamadas al miedo no inmunizan a (casi) nadie ante las drogas (unas u otras).
- Sabemos que el alarmismo solo sirve para llenar titulares tenebrosos, sin tener el más mínimo impacto pedagógico.
- Sabemos que la manera de afrontar una posible irrupción futura de la heroína, o de cualquier otra sustancia, es educar a las generaciones actuales en competencias socioemocionales que les ayuden a tomar las riendas de su vida.
- Sabemos que una política equilibrada que incluya la reducción de riesgos puede minimizar el impacto de estos consumos en el caso de que se produjeran.
- Sabemos que un buen sistema asistencial, dotado de buenos equipos profesionales, puede ayudar a que tales consumos fueran reversibles.
Vamos, que frente a las apelaciones al «mal», ahora, como siempre, poner la educación en el primer plano es la clave. Educar personas libres, capaces de decidir cómo quieren organizar sus vidas. Y dejar de anunciar morbosamente supuestos repuntes que a veces parece que se esperan con avidez. Como si la realidad no fuera ya de por sí suficientemente noticiable.