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El nombre de las cosas: 5 experiencias de naming

La imagen está tomada de la galería de Mikey en Flickr.
La imagen está tomada de la galería de Mikey en Flickr.

En mi vida profesional me ha tocado poner nombre a unos cuantos proyectos. A veces surge de pronto y en otras ocasiones es el resultado de un proceso arduo de brainstorming. En mi caso, casi siempre, pura serendipia. El (aparente) azar que actúa cuando permites que algo te ronde la cabeza. Aquello que dicen que decía Picasso: que la inspiración te encuentre trabajando. Parece fácil, aunque no siempre lo es. Voy a contar cómo han surgido algunos de los nombres de los que soy responsable o corresponsable.  Ahí van cinco, referentes a proyectos de diversa naturaleza: aprendizaje y servicio solidario, emprendizaje social juvenil, competencias para el desarrollo profesional, prevención del abuso de drogas y empoderamiento femenino.

Zerbikas. Aprendizaje y Servicio Solidario.

Un caso de absoluta casualidad. Corría 2008. Se trataba de poner nombre a un proyecto de promoción en el País Vasco de ese modelo pedagógico conocido como aprendizaje y servicio solidario . Ahí estaba yo dándole vueltas a las palabras “servicio” y “aprendizaje”, con su traducción a euskara “zerbitzu” e “ikasketa”. Las juntas de mil maneras y no te acaba de convencer. Total, que lo dejas en barbecho, reposando. Hasta que de pronto surge, siguiendo un proceso que yo llamo “la burbuja”: glu, glu, glu… cuando menos te lo esperas notas cómo aparece en tu cerebro el nombre que buscabas. Y hasta los apellidos. En este caso, resulta que todas las semanas venía a casa a hacer algunas tareas domésticas una persona de una empresa llamada… ¡Servicas! Y, claro, Zerbitzu, Ikasketa, Servicas, Zerbitzu, Ikasketa, Servicas… Hasta que, de pronto, ¡eureka!: Zerbikas. ¿No me digas que no es un caso puro de serendipia?

Social Dreamers. Emprendizaje social juvenil.

Estábamos en 2011. Se trataba de bautizar una iniciativa nueva orientada a promover el emprendizaje social entre jóvenes del País Vasco. El caso es que estás ahí otra vez dándole vueltas. ¿En castellano? ¿En euskara? ¿En inglés? ¿Fifty, fifty? Hasta que, de pronto, un día, cuando menos te lo esperas, se activa la burbuja y… “¡Lo tengo!” “¿Perdón?” “Si, ese nuevo proyecto al que estaba dándole vueltas.” “¿Y?” “Se va a llamar Social Dreamers”. “Anda, mira, pues no suena mal”. Y así fue. Vale, ya se que no es de una gran originalidad. El adjetivo “social” ya venía de suyo y a estas alturas resulta bastante manido. Pero hay que reconocer que el nombrecito gustó.

LanSkills. Competencias para el desarrollo profesional.

Otro nombre que me gustó desde el principio. Estábamos en 2013 y se trataba de crea una propuesta orientada al desarrollo de lo que, entre otras denominaciones, se conoce como “habilidades blandas” en el ámbito de la actividad profesional. Habilidades que algunos llaman “para la vida” y que a mí me gusta llamar “psicosociales” porque creo que describe bien su naturaleza, sin ambigüedades. El caso es que allí estaba de nuevo jugando con las palabras y valoando la posibilidad de utilizar varios idiomas para que nadie se sintiera incómodo ni excluido. Y la cosa resultó bien simple (una vez descubierta, claro). «Lan», que en euskara significa trabajo. «Skills», que son las tan traídas y llevadas habilidades o competencias. Sólo había que juntarlas en una nueva marca: LanSkills. Dicho y hecho.

Hackeando la prevención de las drogodependencias.

Tampoco es que este nombre tenga nada especial, pero le tengo particular cariño. A fin de cuentas, de todos las demás me he ido desvinculando. Y le tengo aprecio, entre otras cosas, porque apareció (de nuevo la burbuja) entre la más absoluta de las incomprensiones. El caso es que parecía un nombre bastante natural para el propósito perseguido: darle una vuelta a la realidad de la prevención del abuso de drogas, para tratar de separar el grano (de lo que debía mantenerse y aún reforzarse) de la paja (hojarasca sin resultados ni evidencia científica que la avale). Para un proceso orientado a deconstruir de manera colaborativa la prevención, “hackeando” parecía una denominación más que adecuada. Esta vez surgió de un proceso de braimstorming con Rai y Marta cuando le dábamos forma a una iniciativa nacida para una ocasión específica, pero que se ha repetido con éxito durante 2012, 2013 y 2014.

Hypatia. Iniciativa para el empoderamiento femenino.

Sencillo, ¿verdad? Se le podría haber ocurrido a cualquiera, ¿no? Pues sí, pero… La idea de la escuela de empoderamiento femenino ya estaba planteada. Pero no tenía nombre. Tampoco es que fuera imprescindible, pero a mí ese vacío me parecía una provocación. Así que, en el momento de poner negro sobre blanco algunas de las ideas que, a partir de las propuestas por Víctor, dieron pie al proyecto en 2013, la burbuja hizo de nuevo de las suyas y, como si fuera la cosa más natural del mundo… glu, glu, glu… ¡eureka! Y, de nuevo, “¡hostias, ya lo tengo! Voy a proponer Hypatia”. “Ah, pues tiene buena pinta”. Un nombre muy sugerente y en sí mismo… empoderador.

En definitiva, inspiración, transpiración, serendipia y conversación. Estos son los ingredientes que me han sido más útiles para dar con «el nombre de la cosa». Seguro que hay procedimientos creativos, más científicos o, cuando menos, más rigurosos. En mi caso, así ha sido el proceso.