Desmasculinízate, hombre, desmasculinízate

¿Qué hace el poder en tu cama?Hablar del sexo es hablar de lo que la gente no se quita cuando se desnuda. Josep Vicent Marqués.

Buena parte de la culpa la tiene Josep Vicent Marqués, el sociólogo valenciano fallecido en 2008. Supe de él por sus artículos en la primera etapa de la revista El Viejo Topo. A partir de ellos, su libro ¿Qué hace el poder en tu cama? Apuntes sobre sexualidad bajo el patriarcado. Un texto provocador, al que siguió, algo después, otro de sus textos: Curso elemental para varones sensibles y machistas recuperables. Vinieron otros libros y otros autores, hombres y mujeres, ensayistas y novelistas, de quienes rescato la necesidad de sustraer la identidad masculina (sea eso lo que sea) de los roles y estereotipos convencionales atribuidos a los hombres. ¡Menuda losa!

Micromachismos y poder

Y es que, amigos, ir de machito (?) por la vida, ni viene a cuento ni sale a cuenta. Los hombres somos, en términos generales, responsables de una amplia colección de conductas que mantienen a las mujeres en una situacion de desigualdad. Algo que en pleno siglo XXI da bastante vergüenza. Sin entrar en el drama de la violencia de género, máximo exponente de esta inequidad, los micromachismos mantienen en la vida cotidiana situaciones imperceptibles de poder. Chistes de dudoso gusto, comentarios sarcásticos acerca de las competencias de unos y otras, estereotipos como el famoso «¡mujer tenías que ser!» (pronúnciese con un tono de desdén y, si es posible, con un palillo en la boca)… Pero es que, además, los micromachismos nos distancian a los hombres de esa dimensión clave que es el mundo afectivo.  En este reparto desigual nos ha tocado la mejor parte. Pero pagamos un precio considerable para mantener tan anacrónico privilegio. El machismo que absorbemos desde la infancia y reproducimos inadvertidamente en nuestra vida cotidiana, nos limita, nos perjudica y, llevado al extremo, nos hace enfermar.

El machismo, además de rancio, es un lastre para nuestro desarrollo personal. Es agotador tener que representar una y otra vez un personaje cuyo patetismo resulta tan obvio. Aunque solo sea por egoísmo merece la pena acabar con ese machismo soterrado que condiciona las relaciones cotidianas entre hombres y mujeres. Descongelar ese rictus de machomán y superar, por fin, atavismos. Desmasculinízate, hombre, desmasculinízate. Abre el grifo de la testosterona y libérate de ese guión tan rígido. Y como padre, maestro… contribuye a que las futuras generaciones puedan vivir, por fin, sin este peso.